El poder es una patología (parte 1)

La espontaneidad es la capacidad o cualidad que posee lo biológico para realizar una acción sin planificación alguna.

Una gota de lluvia cae sobre una hoja y se desliza suavemente hacia el borde, para desprenderse y seguir bajando hacia el suelo, donde al encontrarse con otras gotas formarán una corriente.

Luego, el diminuto riachuelo terminará uniéndose al río, para dirigirse finalmente al mar, sin esfuerzo.

De manera inversa, la espontaneidad de un rizoma busca la luz del sol haciendo crecer la planta hacia arriba, y el olor de una fruta fresca produce en el cuerpo humano una serie de reacciones físicoquímicas que se manifiestan en salivación, deseo y en la realización de un movimiento que tiene como objeto el tomar la fruta y consumirla.

En el comportamiento del mamífero lo espontáneo ocurre por instinto, sin que sea necesario razonar o pensar la acción. De modo que la espontaneidad es en esencia, sentir y actuar. Sentir hambre y comer, sentir cansancio y reposar. Un deseo instintivo que genera un acto para su satisfacción.

El deseo se traduce en incomodidad y genera la acción para resolver la sensación desagradable convirtiéndola en sensación agradable. Un ejemplo sencillo sería la sed: la falta de hidratación produce incomodidad y la acción de ingerir agua produce alivio.

Observemos la naturaleza y comprenderemos que todo acontece paso a paso sin planificación alguna. No existe un ser especial, o un equipo de ingenieros manejando la vida desde una cabina de controles.

La naturaleza simplemente se manifiesta, ocurre, vibra y fluye. Este fenómeno maravilloso se nombra y se define a través de la palabra “espontaneidad”, sinónimo de “naturalidad”. Sobre el origen de todo esto no existe una explicación absoluta, la vida simplemente es.

Dentro del grupo de los mamíferos y su vida social, el caso de los humanos es particularmente interesante: Su enorme capacidad para intervenir el ecosistema, puede avanzar a un punto donde el grado de intervención produce un desequilibrio ecológico.

El desequilibrio por intervención, influye de forma negativa hacia dentro y hacia afuera de la especie humana, toda vez que, de algún modo y según el principio de la unidad del todo, el árbol, el mar y todo cuanto existe es parte inseparable de su cuerpo.

Un cuerpo humano no es algo ajeno a la naturaleza, es simplemente una manifestación y una extensión de está.

La capacidad humana de intervenir el ecosistema es un punto débil de la especie y obviamente, un punto débil de la naturaleza en si misma; el aspecto imperfecto donde, después de cierto límite, aparece la enfermedad ecológica; un asunto aun no resuelto por la evolución.

Esta curiosa patología afecta cada elemento de la totalidad vital universal, pero sus efectos se hacen más perceptibles para los sentidos humanos en los padecimientos de su propia salud y en la contaminación ambiental.

La armoniosa espontaneidad de la naturaleza tiene una imperfección y vale la pena repetirlo: la capacidad humana para intervenir y modificar los procesos biológicos puede llegar a un punto a partir del cual comienza el desarrollo de una enfermedad.

Esta patología es probablemente la más grave, puesto que de ella se generan desequilibrios ecológicos que mutan rápidamente hacia todo el sistema vida. El síntoma categórico es el sufrimiento en sus múltiples manifestaciones, y la pérdida paulatina de la paz y la armonía del ecosistema. El nombre de la enfermedad es PODER.

Es preciso aclarar y subrayar con toda la seriedad del caso, que la denominación PODER, usada para hacer referencia a la enfermedad que se trata de explicar, no pretende ser metafórica, ni mucho menos satírica, veamos:

En las primeras etapas de la prehistoria, la intervención de la naturaleza ha servido para elaborar herramientas usadas para la caza, la pesca, la agricultura, la elaboración de vestidos y la construcción. El descubrimiento del fuego también es producto de esta cualidad.

Es difícil determinar con precisión el punto exacto y en que condiciones objetivas la intervención comienza a convertirse en un problema biológico. Sin embargo, esta muy claro que un fallo en la falta de empatía entre seres humanos y cierto tipo de animales, da origen a las primeras experiencias de dominación de una especie hacia otra.

El control y el dominio de aves de corral y rumiantes, se conoce como domesticación. Es quizá esta la primera aparición del Poder en la categoría de Especismo. Aquí, el sufrimiento sintomático de la enfermedad es padecido por los animales; aves en cautiverio, becerros con acceso restringido a la leche de la vaca o convertidos en bueyes mediante la castración, burros y caballos dominados y reducidos a medios de carga y transporte.

Ramón Ramón